Uranografia general
Vera Lúcia Dalessio
Uranografía es sinónimo de cosmología, astronomía. Su definición etimológica tiene origen griego y puede traducirse como "estudio de los cielos", dados sus componentes léxicos ouranos (cielo) y logos (palabra, tratado) en conjunción con el sufijo -ia (cualidad). El capítulo VI de “La Génesis - los milagros y predicciones según el Espiritismo” nos aporta comprensión sobre el mundo que habitamos y el universo que nos rodea. Está basado en comunicaciones dictadas por el espíritu de Galileo a la Sociedad Espírita de París, en 1862 y 1863, bajo el título de “Estudios uranográficos”.
“Espacio” es un término que todos conocemos y, aunque su infinitud sea difícil de concebir, nos resulta simple avanzar eternamente a través de él con el pensamiento.
“Tiempo” es la sucesión de las cosas. Está ligado a la eternidad de la misma forma que las cosas están unidas en el infinito. Desde el momento primitivo en que la Tierra adquirió el movimiento divino en el espacio, existe el tiempo. En muchos otros mundos marchan también tiempos (diversos y hasta incompatibles), aunque más allá de ellos y de la Tierra (donde se cuentan años, generaciones, siglos), la eternidad permanece impasible e inmóvil. Cuando llegue el último momento, se interrumpirán la sucesión de acontecimientos y cesarán los movimientos terrestres que miden el tiempo, dándole fin a esta medida basada en cosas transitorias y mensurables.
“Fuera de los mundos, solamente la eternidad sustituye esas efímeras sucesiones y llena tranquilamente con su luz inmóvil la inmensidad de los cielos. Inmensidad sin límites y eternidad sin límites, esas son las dos grandes propiedades de la naturaleza universal.”
El infinito tiene doble noción: extensión y duración. La suma de todos los siglos terrestres, así como la suma de los miles y miles de kilómetros no son más que un punto en la eternidad y un punto en la extensión.
“La eternidad no es susceptible de ser medida desde el punto de vista de la duración; para ella no hay comienzo ni fin: todo es presente.
Si siglos y siglos son menos que un segundo en relación con la eternidad, ¿qué será la duración de la vida humana?”
La materia
¡Cuántas diferencias y variedad existen en las diversas sustancias que componen el mundo! Aun así, podemos establecer como principio absoluto que todas las sustancias (conocidas o no), por diferentes que parezcan, son solo variedades, diferentes formas de presentación de la materia, bajo la dirección de las innumerables fuerzas que la gobiernan.
La química, ciencia nacida a partir de la observación y el método experimental, hizo a un lado la antigua teoría de los cuatros elementos básicos de la Naturaleza, para reconocer que el elemento terrestre es una combinación de sustancias diversas, infinitamente variadas. Descubrió un número considerable de principios (los cuerpos simples) que parecieran combinarse para formar las diversas sustancias y los diferentes cuerpos, según leyes y proporciones de la naturaleza. Estos cuerpos simples se consideran primitivos y no son factibles de descomponer, de reducir a fracciones relativamente más simples que sí mismos. Tal es el caso de elementos como oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, cloro, carbono, fósforo, calcio, potasio, yodo, oro, platino, plata, hierro, zinc, aluminio, sodio y otros.
El vulgo podrá tomar la apariencia por la realidad, pero una mirada abstraída en el modo de operar de la naturaleza verá a la materia cósmica primitiva en los materiales constitutivos del mundo. Esto explica las ilimitadas diversidad y operaciones naturales que dan lugar a soles y planetas, como también a insectos y a la germinación de semillas. Por consiguiente, existe una única sustancia primitiva en el Universo: la materia cósmica.
Las leyes y las fuerzas
Existe un fluido etéreo, Fluido Cósmico Universal, que llena el espacio y penetra a los cuerpos. Ese fluido es el éter o materia cósmica primitiva, generadora del mundo y de los seres. Son inherentes al éter las leyes inmutables y necesarias que gobiernan al planeta, tales como gravedad, cohesión, afinidad, atracción, magnetismo, electricidad, etc., así como los movimientos vibratorios conocidos con los nombres de sonido, calor, luz, etc. En otros mundos, tales efectos presentan aspectos diferentes, características desconocidas para nosotros (que referimos todo a lo conocido, a lo percibido con nuestros sentidos). Ahora bien, así como todas las diversificaciones y combinaciones de los cuerpos devienen de una sustancia simple y primitiva que los genera, las fuerzas dependen de una ley universal impuesta soberanamente a la Creación, para imprimirle armonía y estabilidad.
La escala universal cuenta con un “sello”: unidad y variedad. Al recorrer los escalones de la vida (desde el último de los seres hasta Dios) encontramos evidencia de la ley de continuidad. Considerando la conjunción de todas las fuerzas nos acercamos a la ley universal.
Todas esas fuerzas son eternas y universales, como la Creación. Al ser inherentes al fluido cósmico, actúan en todo y por doquier… modificando su acción por simultaneidad o por sucesión, predominando o anulándose, estando pujantes y activas o latentes u ocultas… preparando, dirigiendo, conservando y destruyendo mundos en los diversos períodos de vida, y gobernando los trabajos de la naturaleza para garantizar por siempre el eterno esplendor de la Creación.
La creación primera
Si hemos comprendido la relación opuesta entre tiempo y eternidad, entendemos que la medida relativa en la sucesión de las cosas transitorias sólo es posible en el primero, dado que la eternidad es inmóvil, permanente y sin comienzo ni fin (no susceptible a mediciones de duración).
Si nos acercáramos a una idea correcta (aunque deficiente) de la infinitud del poder divino, comprenderemos que el universo ha existido, existe y existirá siempre. Dios existe desde toda la eternidad y ha creado desde toda la eternidad. El comienzo absoluto de todas las cosas se remonta a Dios. Las apariciones sucesivas en la existencia constituyen el orden de la acción perpetua.
El mundo ha nacido niño. La materia cósmica primitiva generó diversos centros de creaciones (simultáneas o sucesivas), con el inseparable impulso de la formación del mundo y revestidos de las leyes mencionadas anteriormente (que predominaron sobre uno u otro de acuerdo al foco de vida que debían operar).
Algunos millones de siglos atrás, nuestra Tierra aún no existía, pero sí maravillosos soles iluminando el éter, planetas habitados por seres que nos precedieron, opulentas producciones de la naturaleza y espléndidos fenómenos celestiales. Esto nos permite tener conciencia de que la eternidad está detrás y delante de nosotros, que el espacio es el escenario de una enorme sucesión y simultaneidad de creaciones, que existen infinidad de mundos y duraciones… y que la Creación Universal no se limita a nosotros.