¿Qué es el pensamiento? - Parte I
Dr. Daniel Eduardo Gómez Montanelli
Médico espírita AME Argentina
«…los fluidos son el vehículo del pensamiento, este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones sonoras.» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV - Ítem 15)
Desde el punto de vista físico, la onda es una perturbación que se propaga a través del espacio y transporta energía. Se puede apreciar un ejemplo de ello cuando dejamos caer una piedra sobre la superficie de un lago, y observamos que se forma una serie de ondas circulares, que viajan hacia fuera. Esa perturbación que vemos en el agua es energía.
De manera análoga, cuando una persona piensa, también emite ondas que transportan energía. Este es uno de los fundamentos de los grupos de oración. El grupo de oración es una fuente productora de ondas que además transportan ectoplasma que tiene efectos terapéuticos para aquel que las recibe.
Las ondas se clasifican según su naturaleza en:
Ondas mecánicas: Necesitan un medio elástico para propagarse, como el agua.
Ondas electromagnéticas: Se propagan por el espacio sin necesidad de un medio elástico, como las ondas de radio o de TV.
Ondas gravitacionales: Alteran la geometría misma del espacio-tiempo.
Los autores espirituales consideran al pensamiento como un tipo de onda electromagnética.
André Luiz se refiere al pensamiento como «flujo energético (…) corriente de partículas mentales».
¿Qué quiere decir esto? Que el pensamiento está constituido por un tipo de materia muy sutil, a la que Luiz da el nombre de materia mental, y cuyas partículas tienen «una estructura atómica análoga a la que nosotros conocemos, pero en diferentes condiciones vibratorias» (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. IV: Materia mental y materia física).
Kardec ya se había anticipado, en su tiempo, a las cuestiones que estamos tratando:
«22. Por lo general, se define a la materia como lo que tiene extensión, lo que puede causar una impresión en nuestros sentidos, lo impenetrable. ¿Son exactas estas definiciones? Desde vuestro punto de vista son exactas, porque sólo habláis de acuerdo con lo que conocéis. Sin embargo, la materia existe en estados que para vosotros son desconocidos. Puede ser, por ejemplo, tan etérea y sutil que no cause ninguna impresión en vuestros sentidos. Con todo, es siempre materia, aunque para vosotros no lo sea.» (Kardec, A., El Libro de los Espíritus, Pregunta 22).
En La Génesis, los Espíritus Superiores nos enseñan que la materia mental sería una transformación del fluido cósmico universal:
«… el fluido cósmico universal es la materia elemental primitiva, cuyas modificaciones y transformaciones constituyen la amplia variedad de los cuerpos de la Naturaleza» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 2).
El físico francés Louis de Broglie nos enuncia que onda y partícula son dos formas de expresión de una misma realidad, mediante el célebre Principio de Complementariedad (1924).
Ahora bien, André Luiz dice que:
«estas partículas de materia mental producen irradiaciones electromagnéticas cuya frecuencia dependerá del estado mental del emisor». (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. X: Partícula mental).
Esto quiere decir que la partícula de materia mental genera un campo electromagnético, por lo que este autor se refiere al pensamiento como: «fuerza o energía mento-electromagnética» (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. V), donde “mento” sería la idea, el sentimiento, el mensaje que el Espíritu quiere transmitir, y el electromagnetismo funcionaría como una onda portadora.
Según el Dr. Sergio Felipe de Oliveira, los cristales de hidroxiapatita que están en la glándula pineal captarían el pensamiento del Espíritu comunicante, la onda mento-electromagnética de la que habla André Luiz. De esta manera, el campo magnético quedaría secuestrado por la glándula, mientras que la información que la acompaña sería enviada al tálamo, donde se hará consciente o no, según el grado de conocimiento y de ejercicio mediúmnico que tenga la persona. El espíritu, al producir estas corrientes mentales, queda envuelto en una túnica o tejido de fuerzas electromagnéticas, en una fotosfera psíquica que recibe el nombre de aura. (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. X: Campo del aura).
Por el aura circulan las imágenes que corresponden a las propias creaciones mentales, presentando una policromía variada según la onda mental emitida. (Luiz, A., Evolución en dos Mundos, Cap. XVII: Aura humana). El aura será entonces un espejo que retratará nuestros estados mentales y emocionales, ante la visión de los Espíritus desencarnados; espejo que, a su vez, reflejará los pensamientos de los Espíritus encarnados y desencarnados con los que entramos en sintonía.
«A un Espíritu le basta con pensar en alguna cosa para que esa cosa se produzca» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 14).
«Cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, éstas se reflejan en la envoltura periespiritual como un espejo; allí toman cuerpo y se podría decir que son fotografiadas.»
«Vemos que los movimientos más secretos del alma repercuten en la envoltura fluídica, y es así como un alma puede leer en otra al igual que en un libro y ver lo que no es perceptible por medio de los ojos corporales» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 15).
Ernesto Bozzano, Gustavo Geley, el Cnel de Rochas y Julien Ochorowicz, entre otros, fueron algunos de los investigadores que se dedicaron a estudiar las “formas del pensamiento” es decir, las formaciones fluídicas buenas o malas que hacemos inconscientemente y que permanecen durante más o menos tiempo, de acuerdo con la intensidad y la sustentación que les demos a través de nuestros pensamientos y sentimientos.
Dice Emmanuel:
«Pensar es crear. La realidad de esa creación puede no exteriorizarse de súbito, en el campo de los efectos transitorios, pero el objeto formado por el poder mental vive en el mundo íntimo, exigiendo cuidados especiales para su continuidad o su extinción» (Xavier, F. C., Emmanuel, Pan Nuestro, Cap. XV: Pensamientos).
Efectivamente, pensar es crear: es darles existencia a formas y realidades concebidas en nuestro mundo íntimo. Para extinguir esas creaciones, también se precisa de un trabajo.
Por eso, cuando Jesús nos enseñaba de Amar a nuestros enemigos, a bendecir a los que nos maldicen, a hacer el bien a quienes nos aborrecen… entre otras cosas, nos estaba diciendo acerca de la necesidad de limpiar nuestra casa mental. Pues si estas “formas del pensamiento” no se desintegran a través de una actividad mental en sentido contrario o, a veces, con la ayuda de pases o con la intervención de los Espíritus, acaban por precipitar su energía en el cuerpo físico, produciendo efectos nocivos, de acuerdo con su naturaleza. Más aún, si estas creaciones son muy intensas puede suceder que, aunque el Espíritu haya modificado sus patrones de pensamiento, se sigan descargando sobre el cuerpo físico, como forma de aprendizaje
Sigue diciendo Emmanuel:
«Cuando nos detenemos a pensar en las faltas de los otros, el espejo de nuestra mente los refleja de inmediato, absorbiendo imágenes deprimentes que nuestra imaginación digiere y más tarde incorpora a los tejidos sutiles del alma. Razón por la cual, no es extraño que con el transcurso del tiempo ésta empiece a expresar lo que ha asimilado a través de su vehículo de manifestación, ya sea por medio del cuerpo carnal, mientras permanece entre los hombres, o del cuerpo espiritual del que nos servimos después de la muerte.» (Xavier, F. C., Emmanuel, Pensamiento y Vida, Cap. VIII: Asociación).
Pero no sólo nos retroalimentamos, con la misma naturaleza de lo que estamos pensando; sino que a eso se suma la sintonía que se establece automáticamente con las otras mentes encarnadas y desencarnadas. Como menciona André Luiz:
«Donde hay pensamiento hay corrientes mentales, y donde hay corrientes mentales existe asociación. Y toda asociación es interdependencia e influencia recíproca». (Xavier, F. C., Luiz, A., En los dominios de la mediumnidad, Cap. XV: Fuerzas viciosas).
Esta retroalimentación energética que se produce cada vez que pensamos, también influye sobre la intimidad de la vida celular. Según Allan Kardec:
«Bajo la influencia del principio vital material del embrión, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se forma.» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XI: Ítem 18).
Por ello, las partículas de materia mental y de materia física también interactúan en el espacio subatómico, que es la zona de transición entre el periespíritu y el cuerpo.
Dice el Espíritu de Emmanuel al respecto:
«El pensamiento es generador de infracorpúsculos o líneas de fuerza en el mundo subatómico, creador de corrientes de bien o mal, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la voluntad que lo exterioriza y dirige» (Xavier, F. C., Emmanuel, Derrotero, Cap. XXX: Renovación).