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La práctica de la caridad como medio para superar patrones mentales malsanos

 

Maria Carolina Porto



Muchas almas se pierden en investigaciones para percibir las causas que nos hacen sentir a través de la piel, cuando a menudo nos olvidamos de sentir a través del sentimiento. Percepciones... sensaciones del Espíritu, que sin duda están asociadas a la capacidad del Espíritu que las siente. El dolor, la angustia, el sufrimiento, maceran a ciertos Espíritus, dejándolos frágiles, vulnerables, inseguros, cuando no perturbados, mientras que otros se sienten cada vez más agarrotados por el dolor; algunos se sienten perplejos, perturbados, locos. Estudiar todas estas cuestiones supone ampliar nuestra comprensión sobre la realidad espiritual (Balthazar, 2016).


Para iniciar nuestras reflexiones sobre el tema, busquemos comprender mejor cuáles y cómo son los patrones mentales malsanos a los que todavía estamos presos en esta encarnación, a pesar de sufrir por ellos y con ellos.


La gula, los celos, la ira, la tristeza, la calumnia, el miedo, la ironía, el sarcasmo, entre muchos otros, son tan comunes a nuestra personalidad que muchas veces no los reconocemos en nosotros mismos y no nos reconoceríamos sin ellos porque forman parte de nuestras actitudes cotidianas.


Estos patrones están presentes en la sociedad moderna de forma oculta, instigados por mensajes subliminales de normalidad y modernidad, disfrazados de exceso de amor, de deseo de lo bueno y lo bello o incluso simulados por la necesidad de probar lo nuevo.


Nuevas relaciones, nuevas noticias, nuevos alimentos que "hay que vivir" a costa de un exceso de chismes, de la gula encubierta, de la condescendencia con uno mismo en la perpetuación de errores milenarios, sin que le importe vivir con la inconstancia de los sentimientos nobles que necesariamente deben poblar el corazón del Espíritu inmortal que busca la paz y el encuentro con Jesús a través de la convivencia armónica con uno mismo y con el prójimo.


Todavía estamos en el proceso inicial de nuestra evolución espiritual, por lo que nuestra mente es frágil e inestable. Nuestros pensamientos y sentimientos, que fluctúan constantemente, nos dejan agitados o ansiosos a veces y embotados y deprimidos otras.


Esta inestabilidad mental provoca importantes reacciones fisiológicas y bioquímicas, desencadenando una desarmonía en el equilibrio orgánico y favoreciendo la aparición o el empeoramiento de patrones mentales poco saludables. 


Joanna de Angelis (1990), en su libro La mente en acción, explica: "como agente de la vida organizada, la mente sana favorece el desarrollo de micropartículas que sostienen con equilibrio la organización somática, así como, mediante descargas vigorosas, bombardea sus centros de actividad, dando lugar a desarmonías innumerables”.


En este pequeño párrafo, la querida veneranda nos muestra la importancia de mantener nuestros pensamientos organizados y en equilibrio, como condición necesaria a la salud del cuerpo físico. 


La científica Dra. Candace Pert (1997), PhD en farmacología, en su libro Moléculas de la emoción, nos enseña que a cada cambio de humor le sigue una cascada de "moléculas de emoción" - hormonas y neurotransmisores- que fluyen por todo el cuerpo, afectando a todas las células. Cada célula humana contiene cerca de un millón de receptores para recibir estas sustancias bioquímicas. De este modo, cuando estamos tristes, nuestro hígado está triste, nuestra piel está triste. Como prácticamente todo en nuestro cuerpo está regulado por hormonas y neuropéptidos y estando entre los más poderosos agentes biológicos, influyendo, por ejemplo, en nuestra respuesta al estrés; los cambios en la regulación de estas moléculas pueden hacernos capaces, en mayor o menor medida, para vencer los desafíos del día a día. 


Los neuropéptidos son sustancias químicas producidas y liberadas por las células de dos regiones del cerebro, son los ladrillos esenciales de los que consta el ADN, que es el responsable del almacenamiento de la información genética directriz en la formación de nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Flotan en prácticamente todos los fluidos corporales y sólo son atraídos por receptores específicos. Forman una red de neurotransmisores dentro del cuerpo y regulan, por ejemplo, el hambre, el dolor, el placer, la memoria y la capacidad de aprendizaje. Sin embargo, para que estas moléculas sean reconocidas por nuestro organismo, es necesaria la presencia de receptores específicos, que sirven como mecanismos para seleccionar el intercambio de información dentro del cuerpo. Son la clave de la química de las emociones.


Pert (1997) explica que, mediante el uso de neuropéptidos, nuestro cuerpo/mente retrocede o reprime las emociones y los comportamientos, mientras que su acción se verá influenciada por el estado de ánimo. Los estados emocionales o de ánimo son producidos por las distintas conexiones de neuropéptidos y lo que experimentamos como una emoción o un sentimiento, es también un mecanismo de activación de un determinado circuito neuronal simultáneamente en todo el cerebro y el cuerpo, generando un comportamiento. Podemos influir conscientemente en lo que ocurre en el cuerpo, como por ejemplo visualizar un mayor flujo sanguíneo hacia una parte del cuerpo para aumentar el oxígeno y los nutrientes que nutren las células. Podemos decir, por tanto, que las emociones "son la conexión entre la materia y el Espíritu, yendo y viniendo entre los dos e influyendo en ambos".


El Espíritu es el generador del pensamiento que, a través del impulso de la voluntad, pasa al periespíritu reaccionando sobre el fluido del encarnado y estimulando glándulas y neurotransmisores para que actúen en las células y promuevan estados de salud o armonía.


Los pensamientos negativos activan la producción de algunas proteínas proinflamatorias, liberan neuropéptidos que estimulan el sistema inmunitario con la liberación irregular de citoquinas, provocando la enfermedad o el desequilibrio. Por el contrario, las actividades que aportan felicidad, como trabajar en el bien, promueven un aumento de las proteínas antiinflamatorias, liberan neuropéptidos que actúan para que nuestro sistema inmunitario funcione mejor, aportando salud y equilibrio.


El científico Dr. Kazuo Murakami (2008) afirma en su brillante obra El código divino de la vida, que los patrones mentales positivos pueden activar/desactivar los genes alterando la salud del individuo. A partir de ahí, ya no nos vemos como meros espectadores de nuestra felicidad, sino como promotores y cocreadores activos junto a Dios.


André Luiz (1945), en Misioneros de la Luz, nos orienta al escribir que la voluntad desequilibrada desregula el foco de nuestras posibilidades creativas. Por lo tanto, es necesario tener reglas morales para quienes, de hecho, están interesados en las adquisiciones eternas en los reinos del espíritu. La renuncia, la abnegación, la continencia sexual y la disciplina emocional no representan meros preceptos religiosos, sino que son medidas científicas para el enriquecimiento efectivo de la personalidad.


Cuando buscamos en la casa espírita el trabajo de la caridad, aprendemos a convivir con el dolor del otro, que cambia nuestras emociones, viviremos la vida por medio de otros paradigmas, aprenderemos a contener emociones menos felices y accederemos, al final, a una nueva forma de vivir. 



Referencias

ÂNGELIS, J. de (Espírito). Momentos de felicidade. Psicografado por Divaldo Franco. Salvador: LEAL, 1990. 

BALTHAZAR (Espírito). Pela graça infinita de Deus. Psicografado por Altivo C. Pamphiro. Rio de Janeiro: CELD, 2016. 

LUIZ, A. (Espírito). Os missionários da luz. Psicografado por Francisco Cândido Xavier. Rio de Janeiro: FEB, 1945. 

MURAKAMI, K. O código divino da vida: ative seus genes e descubra quem você quer ser. São Paulo: Barany Editora, 2008. 

PERT, C. B. Molecules of Emotion: The science behind mind-body medicine. [S.l.]: Scribner, 1997. 

Texto originalmente publicado en portugués en: Saúde & Espiritualidade #24, 2020, pp. 9-10. 


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