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Justicia de Cristo: solución a través de la educación

 

Tiago Cintra Essado

Artículo publicado originalmente en "Folha Espírita. Agosto 2022, n. 582."

Traducción libre Ana Carolina C. Oliveira.


Reflexionar sobre la Justicia en la visión de Jesús es una tarea que nos compete a todos, independientemente de nuestra orientación religiosa. Para los espiritas, sin embargo, esto parece especial, porque, para el Espiritismo, Jesús asume la condición de guía y modelo para la humanidad. Humberto de Campos, a través de la psicografía de Chico Xavier, aporta valiosas lecciones sobre el tema en el capítulo “Pecado y castigo” de la obra Boa Nova, que comienza así:


“Jesús acababa de terminar una de sus predicaciones en la plaza pública cuando notó que la multitud se movía alborotada. Algunos de los populares más exaltados prorrumpieron en gritos, mientras una mujer, jadeante, con el pelo revuelto y el rostro demacrado, se acercó a él, con una súplica de protección que salía de sus tristes ojos. Los numerosos judíos allí reunidos excitaron el ánimo general, pidiendo la lapidación del pecador, de acuerdo con las antiguas tradiciones”.


La respuesta de Jesús, cuando el pueblo le pide que decida el futuro de la mujer, es clásica: “¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!” El asombro, como sabemos, fue general. Al final, estando a solas con la mujer y algunos discípulos, porque los que exigían un juicio al Maestro abandonaron el lugar, se dirigió a ella y le dijo: “¿Nadie te ha condenado? Tampoco te condeno. Ve y no peques más. Cuando la mujer se retiró -acusada de pecadora por los que estaban allí- Juan, su discípulo, se acercó a él y le dijo: “Maestro, ¿por qué no condenaste a la ramera de la vida infame?” Y escuchó a Jesús:


“¿Qué razones aducen a favor de esta condena? ¿Sabes la razón por la que esta pobre mujer se prostituyó? ¿Ha sufrido alguna vez la dureza de las vicisitudes que atravesó en su vida? ¿No conoces la magnitud de las necesidades y tentaciones que la hicieron sucumbir a mitad de su vida? No sabes cuántas veces ha sido objeto de desprecio por parte de los padres, los hijos y los hermanos de las mujeres más felices. No sería justo agravar sus sufrimientos infernales de una conciencia culpable y sin rumbo”.


Reflexionar sobre la Justicia en la visión de Jesús es una tarea que nos compete a todos, independientemente de nuestra orientación religiosa.


La paja y el trigo


La Justicia de Cristo nos invita a separar el trigo de la paja. Propone la discusión de las causas del mal y la búsqueda de una solución a través de la educación antes de insistir desde el principio en un sesgo punitivo.


Los fragmentos de la trastienda del Evangelio nos permiten comprobar algunos aspectos de la Justicia de Cristo envuelta en el amor divino. En la concepción de Jesús, como puede verse, no hay lugar para la justicia ni para la venganza. El respeto a la dignidad de los demás es la piedra angular de la filosofía cristiana. Esto incluye tanto a la víctima como al criminal, pues todos son iguales a los ojos del Padre de la bondad y la misericordia infinitas.


El afán popular por los juicios apresurados y la condena del prójimo es natural y refleja la presunción de superioridad en relación con el censurado. Pero la postura de Jesús ante una situación análoga fue de serenidad, actitud y compasión. Los discípulos del Maestro también se quedaron perplejos con el contexto y revelaron la dificultad para entender el alcance y el sentido real de sus lecciones, a pesar de estar tan cerca de Él.



Misericordia abundante


Y así se encuentra la humanidad en el transcurso de más de dos milenios de su venida a la Tierra. En el nombre de Jesús, muchos fueron torturados. La Justicia de Cristo no juzga según los impulsos. Considera los hechos en toda su amplitud, teniendo en cuenta la historia de cada uno, con el acierto y el error, la facilidad y la dificultad. Después de todo, en cierta medida, todos somos espiritualmente vulnerables y tenemos infinitas posibilidades de caer. Pero dada la naturaleza inexorable del progreso espiritual, los ajustes llegarán en el momento y la forma adecuados, y con la ayuda de amigos amorosos siempre será el momento de despertarnos ante las verdades eternas.


La Justicia de Cristo no se hace con violencia, porque se fundamenta en una abundante misericordia. Propone reflexionar, repensar, reparar, no ser connivente con los daños al prójimo y a la sociedad en general. En cualquier caso, cuando se trata de adoptar medidas enérgicas, nunca olvida que el llamado pecador no pierde la condición de hermano de viaje, merecedor de una amplia atención, de sanciones proporcionales y razonables que no rebajen su dignidad.

La Justicia de Cristo nos invita a separar el trigo de la paja. Propone la discusión de las causas del mal y la búsqueda de una solución a través de la educación antes de insistir desde el principio en un sesgo punitivo. Parece sencillo, pero no lo es.

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