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Obras Póstumas

La nueva generación: Inteligencia espiritual

 

Silver Chiquero




Una vez más retomo mi aprendizaje sobre el libro de “Obras Póstumas” de Allan Kardec encomendando la elección del tema a la Providencia Divina y quedándome de nuevo sorprendido por su oportuno acierto, pues al abrir sus páginas aleatoriamente me ilusioné con el título: “La nueva generación”.


Más me ilusioné al llegar al punto de la comunicación en que dice “seguid la ola que nos impele” entendiéndolo como el punto al que iba a dar mayor relevancia y base de este artículo. Sin embargo, a medida que avanzaba en el desarrollo de esta idea, sentía que al poner el foco en esta única frase me estaba equivocando totalmente, pues no estaba haciendo justicia al verdadero sentido de esta psicografía, de las palabras del Espíritu que se comunicó en Lyon el 30 de enero de 1866.


Empieza con un nivel de emoción apabullante: “La tierra se conmueve de alegría; el día del Señor se aproxima […] los Espíritus serán libertados, porque los tiempos han llegado; una eternidad gloriosa viene a reemplazarla”. Tiendo a sentir que es una emoción mejor que la de un nuevo día, pues me hace sentir que se habla del albor de una nueva era, lo cual es muy emocionante y motivador. Sin embargo, tengamos paciencia porque como me dijo una vez un apreciado profesor de historia “los grandes cambios no se suceden de la noche a la mañana, sino que son paulatinos, un pequeño cambio sucede al siguiente, se van dando poco a poco”.


“Seguid la ola que nos impele”

Continúa la psicografía con una frase que me resonó de antiguos textos: “El reinado del oro cederá su puesto a otro reinado más puro”. Aquí me pregunto ¿Está refiriéndose al becerro de oro de la época de Moisés o está hablando del becerro de oro de nuestros días, el de esta época del capitalismo salvaje? ¿Acaso hemos evolucionado tan poco en el aspecto moral durante estos 3.500 años, o es que acaso nos quedan otros 3.500 años de evolución moral por delante? 


De todos modos, la segunda parte de esta frase creo que marca una gran diferencia, un punto de inflexión cuando añade que “el pensamiento será dentro de poco soberano” refiriéndose a un tipo de pensamiento que se considera supremo, autónomo e independiente de influencias externas. Por tanto ¿No lo notamos ya en nuestros hijos, en nuestros nietos, en que sus tiernas cabecitas nos parecen mucho más sabias que cualquier niño de cualquier edad, incluso de tiempos no ya tan lejanos?


En el mismo párrafo nos avanza detalles que considero relevantes al explicar que “los Espíritus elegidos que encarnaron en épocas atrasadas para iluminar su siglo y servir de jalones a los siglos futuros, quieren reencarnar entre vosotros”. Aunque no desvela nada nuevo para nosotros espíritas quienes reconocemos la reencarnación, hago hincapié en el matiz pues son y serán aquellos Espíritus elegidos que quieren volver de nuevo, que tienen el deseo de reencarnar, presumiblemente, para iluminar de nuevo con ideas supremas, autónomas y libres de influencias externas el mundo en el que vivimos.


Siguiendo el hilo de la comunicación nos amplía que “Muchos han encarnado ya. Su elocuente palabra será llama devoradora que causará perjuicios irreparables en el seno de los viejos abusos”. Considerando este punto un revulsivo bálsamo para las almas sufrientes que han aguantado estoicamente los despropósitos de nuestro mundo cruel de expiaciones y pruebas, almas que, a pesar de las inclemencias de los tiempos del odio y el rencor, de las afrentas y los duelos, se han armado del verdadero valor moral y han decidido devolver bien por mal recibido, ansiando y vislumbrando el cambio al mundo de regeneración que nos trae esta buena nueva.


Quisiera poner ahora especial atención a este párrafo que no quiero profanar cortando en partes, aunque será por partes como lo iremos analizando: “Sí, los padres del progreso del Espíritu humano han abandonado, los unos sus moradas de luz, los otros sus grandes trabajos en los que a la felicidad unían el placer de instruirse, para venir a escoger el bastón del peregrino que habían depositado en el quicio de la puerta del templo del saber”.


Pareciendo que estamos locos, al menos yo me pregunto ¿Quiénes eligen abandonar su felicidad en las “moradas de luz” o sus “grandes trabajos”? ¿Quiénes serán aquellos seres tan elevados capaces de unir a la felicidad “el placer de instruirse”? ¿Quiénes pueden ser por tanto “los padres del progreso del Espíritu humano”? ¿Acaso serán ellos nuestros apreciados y añorados apóstoles, quienes “encarnaron en épocas atrasadas para iluminar su siglo” y que retomarán el “bastón del peregrino” que con “su elocuente palabra” causarán “perjuicios irreparables en el seno de los viejos abusos”?


Bienvenidos y bienacogidos sean. Desenrollemos pues nuestras alfombras rojas a su llegada, ardiendo en deseo de reparación y esperanzas de regeneración, en aras de conocer de primera mano sus pensamientos soberanos, sus palabras balsámicas, sus pasos firmes. Intuimos que a nivel moral no les lleguemos ni a la suela de sus sandalias peregrinas y es que “Muy pronto los sabios oficiales verán surgir con terror de los cuatro ángulos del globo a los genios imberbes que aspirarán, con un lenguaje profundo, a modificar los argumentos […] que se creían irrebatibles”.


¿Serán pues estos pensamientos soberanos una simple moda? Es difícil de creer cuando vislumbramos un aliento de esperanza en la siguiente frase: “Los nuevos campeones llevarán en sí, no solamente la llama de la inteligencia desembarazada de todo velo” dando por sentado que se impondrá la inteligencia sin más velos, sin más censuras, totalmente clara, por tanto, una inteligencia sin tapujos, descarada, incluso provocativa a ojos del pensamiento conservador que todo lo quiere mantener igual que antes. Será llama viva, una llama avivada por la coherencia de argumentos inteligentes, una llama continuada en el tiempo, alejada de las modas, necesaria luz, imposible ya de apagar por más tiempo.


Siguiendo con la frase anterior, creo que llegamos al sumun al leer: “algunos, (llevarán en sí) cierto estado particular de privilegio exclusivo de las almas grandes, como Jesús, que da el poder de curar y hacer maravillas hasta hoy reputadas de milagrosas”. Por lo que este punto ya me desborda de emociones, creyendo hasta ahora que durante la venida de Jesús también la etapa de los “grandes milagros” había quedado atrás; sin embargo, se siguen y se van a seguir produciendo eventos increíbles que, junto al constatable acercamiento de la ciencia, cada vez más dispuesta a investigar estos límites del conocimiento, dará a estos eventos antes incomprendidos y peor aún, desprestigiados, las explicaciones razonadas que van a servir de base para espolear y llevar al nuevo nivel la evolución moral de la humanidad.


¿Quiénes eligen abandonar su felicidad en las “moradas de luz” o sus “grandes trabajos”? ¿Quiénes serán aquellos seres tan elevados capaces de unir a la felicidad “el placer de instruirse”?

Así es por tanto cómo lo siento, lo veo en la calle, lo aprecio en amigos y conocidos, lo noto a nivel familiar y a nivel social y aprecio cómo “El viejo mundo se conmueve”. La sensación de engaño en esta renovada sociedad ya no lo aguanta más y si acaso veo que “todos los dogmas […] subsisten no más que por el oropel con que se les cubre. Espíritus valerosos, a vosotros os está encomendado escudriñar su falso brillo. ¡Atrás los que queréis en vano sostener a este falso ídolo!” resonando en mí de nuevo, las palabras de Moisés al respecto del becerro de oro.


Y comprobando que se van sucediendo cambios a todos los niveles y cada vez con mayor rapidez, visto en las generaciones que se van sucediendo “Ved, queridos amigos, lo que los valerosos Espíritus que se encarnan en el presente tienen por misión hacer comprender”,  con mentalidades cada vez más frescas, con las ideas más claras y por tanto más libres de acción y pensamiento, constato que tenemos poco que enseñarles y sí mucho que aprender de ellas, pues siendo ellos quienes nos van a hacer comprender, poco vamos a poder enseñarles ya.


Es más, en estos tiempos en que vivimos envueltos en el boom de las inteligencias artificiales, que en cuestión de pocos años serán capaces de comprender, aprender y aplicar conocimientos en una amplia variedad de tareas; organizarán y planificarán nuestras vidas, automatizarán los trabajos complejos, ofrecerán asistencia, educación y aprendizaje personalizados, acelerarán la investigación y desarrollo en ciencia, salud y medicina, mejorarán en la toma de decisiones y facilitarán la interacción y comunicación entre seres humanos.


Habiendo evolucionado y revolucionado tantísimo a nivel técnico e intelectual, se obligará y estrechará cada vez más la necesaria tarea de la evolución moral de nuestra especie, apenas nos quedará ya, como meta única y exclusiva, la tarea pendiente de nuestra evolución moral, de poner a prueba nuestros valores de caridad y amor al prójimo, una era gloriosa y esperanzadora la cual ya se vislumbra. Pues como dijo nuestro apreciado Espíritu que se comunicó en Lyon en 1866, “La inteligencia reemplazará la fuerza bruta, y después que todas las almas generosas hayan combatido, entrarán en nuestro mundo espiritual para recibir la corona del vencedor”.


Por tanto, aunque cada vez más cerca, creo que todavía está por llegar el cambio en masa, la gigante “ola que nos impele” ese silencioso pero imparable tsunami de conocimiento esclarecido que arrasará con todo “lo malo conocido”. El cambio paulatino con sus pasitos cortos pero imparables, el paso de las mecánicas inteligencias artificiales a las inminentes y esclarecidas inteligencias espirituales. Empecemos pues por despejar la ruta y vayamos “a la cabeza de este movimiento que es la vida” pues “los campeones son muy aguerridos”, porque “Dios ha escogido lo mejor de sus combatientes”.


¿Por qué no acabar con el listón bien alto, subidos en la ola de un presente esperanzador y con la vista en un futuro mejor? 

He aquí pues el cierre de esta maravillosa comunicación: “Regocijaos, pues, vosotros todos los que aspiráis al bien y qué queréis que vuestros hermanos participen de él como vosotros. ¡El día ha llegado! La tierra rebosa de alegría, porque va a ver comenzar el reinado de la paz prometido por Cristo, el divino Mesías; reinado del que Él vino a echar los cimientos”.


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