El evangelio en tiempos de guerra y genocidio
Janaina de Oliveira

El Prólogo a la edición de El Evangelio según el Espiritismo que tengo en mis manos es una psicografía recibida en español por el médium Divaldo Pereira Franco, el día 21 de febrero de 2009, en el Centro Espírita “Camino de la Redención”, en Salvador, Bahía, Brasil. La psicografía viene firmada por José María Fernández Colavida, cariñosamente conocido como el "Kardec español".
Sus palabras son de la más grave actualidad:
“Las guerras, el terrorismo, las revoluciones y discriminaciones de todo orden –particularmente la xenofobia, que retorna en muchos países que se consideran civilizados–, las injusticias sociales, la violencia urbana, la desesperación y las enfermedades pandémicas que destruyen muchedumbres, demuestran la falencia de la cultura sin Dios y sin la certeza de la inmortalidad del Espíritu… Hoy, más que nunca, el hombre y la mujer necesitan creer, tener certezas, directrices seguras para conquistar la felicidad, que no se encuentra fuera de ellos, sino dentro, en la intimidad de su ser.”
Para los que andamos faltos de esperanza, ansiosos ante abominables manifestaciones de egoísmo, atormentados por el horror del exterminio que se realiza impunemente ante la visión, a menudo en directo, de cómo los débiles son abatidos y los poderosos juegan a cartas… Para todos nosotros, las palabras de Colavida y el Capítulo XII de El Evangelio según el Espiritismo, “Amad a vuestros enemigos”, son un urgente remedio. La ansiedad, el miedo y la desesperanza son enfermedades para las que la terapia evangélica es un poderoso antídoto y las palabras del dulce médico de almas, luz perenne. En el capítulo “Amad a vuestros enemigos”, no por casualidad empieza Kardec contundentemente con la cita del Maestro Jesús que nos alecciona amorosamente:
“Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tus enemigos’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen y calumnian”.
Porque, espíritas, si sólo amamos a los que nos aman, ¿qué hacemos? ¿No protegen también a los suyos los que practican genocidios contra los que consideran inferiores, vulneran los derechos humanos, ignoran fronteras y persiguen los intereses de su país por encima de los intereses de los demás pueblos?
El Espiritismo nos presenta el amor al prójimo como principio de la caridad y el amor a los enemigos como su aplicación sublime, porque esa virtud es una de las más grandes victorias obtenidas contra el egoísmo y el orgullo. Antes que pensemos que es tarea imposible o cuestionable, el amor por los enemigos al que nos convoca el Espiritismo no significa dispensarles el afecto o simpatía que no existe en nuestro corazón, sino no desearles mal, no sentir por ellos ni odio, ni rencor, ni deseos de venganza. Que cada uno mida la lucha que tiene que librar en su fuero interno para no permitir que salgan vencedores, en la tierra de su corazón, los que se resisten a que este mundo pueda progresar a un mundo regenerado. Digamos: “¡Aquí no! ¡No pasaréis!” Por muy criticable que sea un ser humano que vulnera sistemáticamente la ley de amor. ¡Espíritas! no cultivemos odio, sentimiento de venganza o deseos inferiores hacia estas personas. Cualquiera que haga esto reúne las condiciones del mandamiento: “Amad a vuestros enemigos”. No digo que sea fácil, pero es posible. Es un objetivo que está a nuestro alcance el no desear el mal a quien hace el mal. De momento, tal vez no podamos aspirar a más, pero esto sí podemos proponérnoslo. En la tierra de mi propio corazón, mando yo. Aquí no vencerá el odio.
Los espíritus nos enseñan y, es fácil de comprender aún, que a menudo sea difícil de asumir, que sólo cuando la caridad sea la regla de conducta de los seres humanos, éstos adaptarán sus actos y sus palabras a esta máxima: “No hagáis a los otros lo que no quisierais que os hiciesen”. Entonces; nos dicen los espíritus en el Evangelio según el Espiritismo, “desaparecerán todas las causas de disensiones y, con ellas, las de los duelos y las guerras, que son los duelos entre un pueblo y otro.” Mientras, no llegue este momento en el mundo exterior. Nosotros, los espíritas, que tenemos la certeza de la inmortalidad del espíritu busquemos, como nos recomienda Colavida por las manos del admirable Divaldo Pereira Franco, preservar la paz en el interior de nuestro ser.
... el amor por los enemigos al que nos convoca el Espiritismo no significa dispensarles el afecto o simpatía que no existe en nuestro corazón, sino no desearles mal, no sentir por ellos ni odio, ni rencor, ni deseos de venganza.