El valor de la disciplina
Jordi Santandreu
En una sesión de estudio reciente en Geeak Barcelona, recordábamos el entrañable encuentro de Chico Xavier con su mentor espiritual, Emanuel, en la orilla de una rivera caudalosa de Pedro Leopoldo en Minas Gerais. A la sombra de un árbol y escuchando el rugir de una cascada, mantuvieron este archiconocido diálogo:
- ¿Chico, de verdad deseas entender qué te pasa?
- ¡Es lo que más quiero en la vida!
- Esto que te voy a pedir te va a dar mucho trabajo amigo.
- Yo trabajo desde que era pequeño, eso no me asusta.
- Entonces, si te sientes preparado debes tener en cuenta las tres reglas básicas.
- ¿Qué reglas son esas?
- La primera es disciplina.
- ¿Y la segunda?
- … Disciplina.
- ¿Y la tercera?
- … Disciplina.
Era 1931.
Al año siguiente Chico debuta con su primera obra psicografiada, la primera de más de 450 que escribió a lo largo de su vida, titulada Parnaso de Além Túmulo, una maravillosa colección de poemas dictados por espíritus de poetas brasileños y portugueses.
Nada hubiera conseguido este excepcional apóstol del Espiritismo sin una gran dosis de disciplina. O muy poco y torcido, hubiera sido sin ella. Ni hubiera sido capaz de dedicar tantas horas de trabajo, viajes, charlas, encuentros, prácticamente hasta su último aliento, sin una excepcional disciplina.
Sabemos todos que la disciplina es imprescindible para conseguir el éxito en cualquier actividad que nos propongamos, pequeña o grande. Nos hablan de ella por ejemplo leyendas del deporte como Kobe Bryant o Michael Jordan, quienes por mucho talento natural que poseyeran nada hubieran logrado sin las interminables horas de entrenamiento. Al igual que en el arte, en la ciencia, en la educación o en los negocios. Pero también en el seno del hogar, en las delicadas y tan importantes ocupaciones que exige el cuidado de la familia o en el caso de los jóvenes estudiantes que enfrentan exámenes para obtener la titulación tan deseada. ¿Deseas mantener la salud orgánica? Necesitas disciplina con la alimentación y la actividad física. ¿Deseas que tu coche te conduzca seguro por la carretera? Necesitas seguir rigurosamente las señales del tráfico. ¿Tu intención es recuperarte de una enfermedad? ¿Progresar satisfactoriamente en tu carrera profesional? ¿Lograr que tu matrimonio florezca? Pues en todo ello será absolutamente necesaria la disciplina.
Para Chico fue el primer requisito, la primera condición. ¡Y Emanuel la multiplicó por tres para que no hubiera ninguna duda!
La disciplina es una cualidad que, como todas las demás, para poder decir que se posee realmente ha de verse reflejada en la conducta práctica. No es una mera creencia, una cuestión filosófica o un punto de vista. Es una acción muy clara, un hábito tangible, medible, una característica visible en nuestro comportamiento cotidiano. No existe disciplina si no se manifiesta.
Nos dice El Evangelio según el Espiritismo en el capítulo dedicado a Muchos los llamados, pero pocos los escogidos:
“¿Bastará con que uséis el uniforme del Señor para contaros entre sus fieles servidores? ¿Bastará con que alguien diga: “soy cristiano” para que sirva a Cristo? Buscad a los verdaderos cristianos y los reconoceréis por sus obras”.
No existe espírita que no ore, que no lea y estudie regularmente. O que no haga caridad. No existe cristiano no practicante.
Entonces ¿cómo notamos que una persona es disciplinada? Veamos algunos posibles ejemplos:
porque es puntual, tiene unos horarios regulares (de despertarse y dormirse, de comer, etc.);
come sana y frugalmente;
duerme las horas convenientes, solamente;
controla los impulsos (sexuales, verbales, etc.);
excluye las distracciones innecesarias;
gasta dinero en la medida justa;
alimenta pensamientos nobles;
atiende equilibradamente diferentes áreas de su vida;
lleva una agenda en la que planifica sus actividades.
Hace pocas semanas acabaron las Olimpiadas de París, un evento increíble que pudimos disfrutar a quienes nos gusta el deporte durante dos maravillosas semanas. Es una competición emocionante, única, en la que atletas de todo el mundo (o casi) se juntan para disfrutar de la mayor fiesta del deporte. Me conmueve ver cómo se esfuerzan hasta quedar exhaustos, como ríen de alegría, pero también lloran de frustración, como se abrazan y a la vez se temen, como sufren y sobre todo disfrutan.
Ese fue el caso de Patricia Borges, una joven atleta del equipo de gimnasia rítmica de Brasil, que decidió competir lesionada, con dolor y muy por debajo de su rendimiento habitual, para no fallar a sus compañeras y poder concluir la eliminatoria. Salió ovacionada por todo el público presente en el pabellón: su disciplina fue reconocida.
Para ser atleta de élite y superar los límites del cuerpo y de la mente hace falta una dosis muy grande de disciplina y sostenerla durante mucho tiempo. Son un ejemplo para todos, para cualquier ámbito de nuestra vida en el que deseemos triunfar.
¡Pero no sólo tiene que ver con atletas olímpicos, con Rafaeles Nadal o Lionels Messi! No habría avances médicos, tratamientos eficaces para tantas enfermedades, tecnología punta que parece de otro planeta como la máquina de Tomografía Axial Computarizada. Sin esos “atletas” que visten una túnica blanca en lugar de unos shorts, no habría tecnología que nos une, energía que la alimenta, ni nada en realidad sería posible sin tantos atletas de la vida.
Chico Xavier era un atleta, un recordman de la espiritualidad.
Eliud Kipchoge ha ganado varias medallas olímpicas. Corre en las distancia de 5000 metros y sobre todo el maratón, la prueba reina del atletismo. Ganó el oro en Atenas 2004, en Pekín 2008, en Río de Janeiro 2016 y en Tokio 2020. Incluso ganó en Boston y en Berlín en 2023 con 38 años. Ese año también fue condecorado con el premio Princesa de Asturias aquí en España. Para esta leyenda del deporte la clave del éxito es la vitamina N, que significa sobre todo la capacidad de decir NO.
¡Pero, ay! Qué difícil resulta decir no a uno mismo o a los demás, ¿verdad?
Te dejo, querido lector, las siguientes preguntas de reflexión. Tómate tu tiempo:
¿Crees que es tan necesario saber decir no?
¿No… pero a qué?
¿Qué sucede cuando decimos no?
¿Y cuando decimos siempre que sí?
¡Tú también puedes ser un campeón como Kipchoge!
En El Evangelio según el Espiritismo, en su capítulo dedicado a las características del hombre de bien encontramos:
“El hombre de bien estudia sus propias imperfecciones y trabaja sin cesar para combatirlas. Emplea todos sus esfuerzos para poder decir al día siguiente que hay en él algo mejor que en la víspera”
¿Qué os parece?
Tenemos tantas referencias sabias que si las siguiéramos nos ahorraríamos muchos disgustos. Fijémonos en la siguiente cuestión:
926. La civilización, al crear nuevas necesidades, ¿no se convierte en una fuente de nuevas aflicciones?
“Los males de este mundo guardan relación con las necesidades ficticias que os habéis creado. El que sabe poner límite a sus deseos y observa sin envidia lo que está por encima de su posición, se evita muchos desengaños en esta vida. El más rico es el que tiene menos necesidades.
En su origen la palabra disciplina, de origen latino, estaba relacionada con el aprendizaje. Etimológicamente deriva de “discípulo”, es decir, aprendiz.
Otras palabras derivadas son “docente”, “doctrina”, “destreza”, “documento”, etc. Que proceden de la raíz -disc., de disciplina. Por lo tanto, la disciplina y el aprendizaje están estrechamente unidos.
Sucede que en la escuela o en la universidad, también en el trabajo, la disciplina nos viene impuesta en algunos aspectos y de esa manera parece más fácil respetarla. También porque en estos contextos suele tener consecuencias inmediatas negativas y visibles si no la cumplimos.
Si no estudiamos nos suspenden y tenemos que repetir. Si llegamos tarde al trabajo o si somos negligentes con las tareas nos pueden despedir. Estas consecuencias inmediatas y aversivas nos motivan para cumplir con cierta disciplina. Aunque a veces desgraciadamente ni eso. Pero cuando somos adultos, en muchas esferas de nuestra vida no hay nadie ya que nos imponga la disciplina desde afuera.
No existe espírita que no ore, que no lea y estudie regularmente. O que no haga caridad. No existe cristiano no practicante.
¿Qué creéis que sucede entonces?
Efectivamente: si la disciplina no se hubiera instalado en nosotros en forma de creencias primero y hábitos después, fácilmente nos dejaríamos llevar por distracciones, por el cansancio y la comodidad.
Puede parecer muy extenuante todo esto, pero tal vez no lo sea tanto. Leamos lo que nos dicen nuevamente los Espíritus:
909. El hombre, ¿podría en todos los casos vencer sus malas inclinaciones mediante su esfuerzo?
“Sí, y a veces mediante un pequeño esfuerzo. Lo que le falta es voluntad. ¡Ah! ¡Cuán pocos de vosotros os esforzáis!”
La naturaleza no podría existir sin disciplina: ¿os imagináis qué sería si el sol saliera cuando le apeteciera?
Si dijera…
- Hoy… me quedo un poquito más en la cama…
El astro rey cumple diariamente su ruta por el cielo sin reclamar descanso.
¿Qué sería de nosotros si la planta, ante la incomodidad de desarrollar los frutos pesados, decidiera descansar y no fecundara sus flores?
Si dijera…
- Este año no me apetece dar frutos a los humanos, que les chichen.
La naturaleza es un mensaje de disciplina en todas sus manifestaciones. No es una disciplina consciente, es más instintiva, mecánica. La naturaleza carece de libertad, no tiene elección más que ser disciplinada.
Nosotros, es decir, nuestro principio inteligente antes de ser individualizado pasó por las plantas y animales, como escribió León Denís: “en la planta la inteligencia duerme, en el animal sueña, sólo en el hombre despierta”.
Ahora, como seres humanos, hemos alcanzado un desarrollo espiritual que nos permite gozar de mayor libertad de elección, luego la disciplina y otras funciones bio-psico-socio-espirituales dejan de ser impuestas desde afuera y requieren que sean cultivadas libremente por nosotros. Por lo tanto a mayor desarrollo espiritual, mayor disciplina y libertad.
¡Qué interesante esta relación entre disciplina y libertad! La disciplina no nos quita libertad, sino ¡todo lo contrario! Ay, pero nuestra miopía nos hace ver sólo el momento inmediato y claro, a muy corto plazo sí que exige un pequeño esfuerzo, una determinada privación. ¡No hacer ese pequeño esfuerzo sí que nos quitará libertad un poco más adelante! Qué insensatos somos a veces los humanos.
¿Por qué nos cuesta tanto?
1. Por determinados pensamientos y hábitos de comodidad que dejamos anidar en nuestra mente como por ejemplo:
“las cosas deberían ser fáciles, cómodas y rápidas…”
“necesito que esto esté hecho ya…”
2. Por la baja tolerancia a la incomodidad y otras ideas totalmente irracionales como:
“no lo soporto… es demasiado incómodo”
“estoy tan cansado…”
“es que no puedo…”
“qué pereza esforzarme ahora, mejor lo dejo como está”
3. Por la rebeldía, fruto de nuestras exigencias hacia los demás:
“hago lo que yo quiero, lo que me apetece”
“deberían comprender que yo lo hago de esta manera y punto”
4. Por las innumerables excusas y justificaciones que utilizamos a toda hora:
“Es que hoy no me viene bien…”
“Hoy me han llamado de otro sitio…”
“Hoy me encuentro mal…”
“No me dará tiempo…”
“El metro… el autobús… la lluvia… el calor…”
5. También por ciertas ideas falsas atribuidas a la disciplina:
“La disciplina significa privarnos de libertad”
“La disciplina es autoritarismo”
“La disciplina es dolor”
“la disciplina es un castigo”
¿Qué consecuencias tiene la falta de disciplina?
Cuando los vecinos hacen ruido, perjudicando la convivencia…
Cuando los conductores infringen el límite de velocidad, poniendo en riesgo sus vidas…
Cuando nos sirven un producto en mal estado, incumpliendo la disciplina de conservación de los alimentos…
Cuando llegamos tarde al trabajo, traspasando la disciplina horaria…
Cuando hablamos sin respetar la disciplina del tono, la opinión ajena, el turno o la buena educación…
Cuando comemos o bebemos en exceso o productos tóxicos…
Cuando dormimos más horas de las necesarias…
Cuando abusamos de las distracciones de la televisión o de internet…
Cuando no frenamos los impulsos sexuales…
Las consecuencias de la falta de disciplina tal vez no se notan a corto plazo, no tienen consecuencias inmediatas ni nadie nos va a castigar, incluso a veces se ven como algo bueno o moderno, de influencers… pero no nos engañemos:
Atrasamos nuestro desarrollo intelecto-moral…
Dañamos el cuerpo, que acumula toxinas…
Provocamos accidentes que perjudican a terceros…
Destruimos recursos, malgastamos tiempo y dinero…
Entorpecemos proyectos nobles…
Cosas que, con el paso del tiempo, sí se dejarán notar:
Con problemas coronarios…
Lamentando el tiempo perdido, cuando ya no dispongamos de él en abundancia…
Viendo que nos quedamos sin ahorros…
Culpándonos por haber postergado tareas incómodas…
Proyectos e iniciativas se quedan a medias abandonados…
Castigando nuestra autoestima
Generando conflictos interpersonales
Aislamiento y problemas emocionales
Finalmente: ¿cómo podemos mejorar nuestra disciplina?
Cuidemos nuestro diálogo interno. En lugar de:
“las cosas deberían ser fáciles, cómodas rápidas…”
“me gustaría que las cosas fueran fáciles, pero no siempre será así y no pasa nada”
“esto debería estar hecho ya…”
“me gustaría que estuvieran hecho ya, pero las cosas requieren su tiempo, es natural”
”no lo soporto… es demasiado incómodo”
“es incómodo, pero lo puedo soportar y me servirá para entrenar mi paciencia”
“estoy demasiado cansado, no puedo…”
“estoy cansado, pero puedo hacer al menos parte de lo que tenía previsto”
“hago lo que yo quiero, lo que me apetece y punto”
“no me apetece hacer esto ahora, pero me conviene”
“me apetece, pero sé que no me conviene. Luego no lo haré”
“debería comprender que yo lo hago de esta manera y punto”
“me gustaría que me comprendiera, pero no siempre lo harán y puedo manejarlo”
Y la idea que más me gusta escuchar: “es que yo soy así”
“ahora soy así pero corregirme y mejorar es mi deber”
Unos últimos consejos para cerrar el artículo de este mes:
1. Planifica tu día a día de forma detallada, incluso los momentos de descanso
2. Ponte fechas límite para acabar las tareas.
3. No dejes las cosas para última hora. Hagamos cada día un poquito.
4. Monitorea y evalúa los progresos alcanzados, lleva un registro o un diario
5. Prémiate por los logros, asume las consecuencias de los errores y rectifica.
6. Comienza por lo más importante de tu lista de tareas, prioritario cronológicamente.
7. Plantéate metas grandes: la motivación será mayor.
8. Ten siempre algo útil e estimulante que hacer.
9. Sal antes de casa, calcula tiempo de sobras para llegar a tu destino
10. Haz todo despacio.