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Educación del espíritu

La puerta

 

Kédima Furguim






Cuando empecemos nuestra reforma íntima debemos realizar un autoanálisis y conocer hasta dónde llega nuestra escala de valores. Debemos saber qué es lo que realmente estamos buscando, lo que queremos conseguir en realidad, para que podamos mantener un patrón energético elevado.

Cuando somos niños, más tarde jóvenes y luego adolescentes no resulta importante pensar en nuestro futuro creyendo que “el futuro lo designa Dios…” pero este es un pensamiento equivocado. El futuro pertenece a cada uno, depende de los valores que aplicamos en vida y entre los nuestros. Cuando llegamos a casa ¿qué es lo primero que nos viene a la cabeza? ¿dar un beso a la madre o consultar en el ordenador los mensajes recibidos mientras estudiábamos en la escuela? Cuando nos vamos a la cama, ¿con qué frecuencia agradecemos a Dios por todo lo que nos ha dado en nuestras vidas?

Debemos tener bien claras las respuestas si queremos un futuro mejor y evitar quedarnos estancados en el pasado. Vayamos cambiando nuestro futuro, viviendo plenamente el presente. Empecemos cambiando todo lo que no nos hace bien. No nos preocupemos únicamente de cambiar nuestro mundo exterior pues debemos saber que el cambio interior es mucho más relevante.


CASA ESPÍRITA

En la casa espírita, en las clases de educación, estudiamos las leyes naturales de Dios (amor, adoración, trabajo, progreso, igualdad,…) que para nosotros son las mejores herramientas para mantener claros nuestros valores y nos enseñan cómo podemos elevar la moralidad de nuestros espíritus.


Hemos estudiado que sin caridad no hay salvación. Así pues empecemos con ello. Practiquemos la caridad moral en nuestro hogar, con nuestros padres, hermanos y abuelos, con paciencia, ayudándonos y apoyándonos día a día unos a otros.


La Doctrina Espírita nos enseña que la riqueza material no tiene nada que ver con la riqueza moral. Es mucho más rico el pobre hombre de bien que el rico hombre de mal. La Doctrina nos facilita el conocimiento de La Verdad, de cómo abrir la puerta del conocimiento facilitándonos la llave que abre el aprendizaje. No es más inteligente quien sabe, sino quien pone en práctica todo lo bueno aprendido.


Si alguna vez nos equivocamos de puerta, no debemos preocuparnos porque esto ocurre con todos, sin embargo, debemos aprender de esos errores. Por tanto no juzguemos a aquel que carece de llave para abrir ninguna puerta, sino que debemos dar la mano al mayor número de personas posible para que puedan pasar por la misma puerta que nosotros queremos; la puerta del amor, del perdón, de la caridad, de la humildad, de la benevolencia, de la fe. Dios es un padre maravilloso por permitirnos a cada uno abrir una nueva puerta, dándonos la oportunidad de tirar la llave que no nos aporte nada bueno. Confiemos, pidamos y El Cielo nos proveerá.

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