El Libro de los Médiums
- Visión Espírita
- 21 mar
- 4 Min. de lectura
¿Dónde se dejan ver u oír los Espíritus?
Lugares donde se manifiestan los Espíritus
(El Libro de los Médiums, capítulo IX)
David Santamaría

Realmente los Espíritus se manifiestan, se pueden “hacen notar”, se presentan, en cualquier lugar, ya que ellos están por todas partes; evidentemente sólo se necesita la presencia de alguien con sensibilidad mediúmnica. Es comprensible que los Espíritus se encuentren especialmente allá en donde haya alguna ligazón que les incite a permanecer en esos sitios de forma preferente. Ese vínculo puede tener su origen tanto en causas físicas como en causas morales; causas físicas tales como puede ser el apego por determinadas casas, paisajes, pertenencias, objetos…; causas morales como son los amores, los afectos… y también, por supuesto, los odios, los desafectos, las venganzas…; o puede haber un entrelazamiento de ambos supuestos.
Como ejemplo de esas causas compartidas podemos recordar un caso relatado por André Luiz (En los dominios de la mediumnidad, cap. 26), cuando visita un museo en compañía de su instructor:
“Contiguo a una larga galería dos caballeros y tres damas admiraban un singular espejo, junto al cual se hallaba una joven desencarnada con una expresión de gran tristeza.”
Aquella chica, se relata en el libro, había recibido aquel espejo, a principios del siglo XIX, como prenda de amor de un joven extranjero quien tuvo que regresar a su patria prometiéndole, sin embargo, que regresaría con ella y entregándole ese objeto para que lo conservara. Y allí estaba la chica ya desencarnada esperando al novio que nunca regresó. El instructor comenta que, si alguien se llevara aquel espejo, se llevaría también consigo a aquel Espíritu; aunque, podría tal vez suceder que quien se acercara a aquel objeto pudiera ser el antiguo novio de nuevo reencarnado. Vemos, una vez más, como todas las situaciones complicadas del pasado han de terminar resolviéndose en un momento oportuno, si no se ha sabido o podido solventarlo antes.
También hay que tener en cuenta esos casos relatados en la literatura, inclusive en El Libro de los Médiums y en El Cielo y el Infierno, de Espíritus alborotadores que, ya sea por diversión o por venganzas y odios generan importante fenomenología física (movimiento, rotura y/o proyección de objetos…; o sea, los llamados poltergeist) en esas casas mal llamadas encantadas. Por su parte, Allan Kardec menciona en el presente capítulo una de las maneras efectivas de librarse de la presencia de esos Espíritus:
“La mejor manera de expulsar a los Espíritus malos consiste en atraer a los buenos. Atraed, pues, a los Espíritus buenos practicando todo el bien que podáis. Entonces los malos huirán, porque el bien y el mal son incompatibles. Sed buenos siempre, y sólo tendréis Espíritus buenos a vuestro lado.” (número 132.13).
Otra manera efectiva de conseguirlo es con la ayuda mental u oración sincera y, si es posible, con la manifestación mediúmnica de esos Espíritus para que puedan recibir buenos consejos desde un entorno material adecuado. Ver al respecto el significativo caso del Espíritu de Castelnaudary (El Cielo y el Infierno, segunda parte, cap. VI).
Así mismo, Kardec se interesa aquí por la condición de los Espíritus que pueden sentir predilección por estar en un determinado lugar. La respuesta del Espíritu colaborador es muy interesante y digna de consideración:
“Dado que el apego de los Espíritus por un lugar es una señal de inferioridad, ¿no constituye también una prueba de que son Espíritus malos?
Por cierto que no. Un Espíritu puede ser poco adelantado, sin que por eso sea malo. ¿No sucede lo mismo en el caso de los hombres?” (132.3).
O sea, puede haber, hay, Espíritus imperfectos, inferiores, que no son malos, sino que son todo lo buenos que su condición evolutiva les permite. De hecho, ser imperfectos forma parte de nuestra condición natural (no podemos olvidar que fuimos creados sencillos e ignorantes). Pero, lo que hay que evitar es el complacerse en permanecer en esa ignorancia, ya que el progreso implica la superación, ardua en muchos de los casos, de esas imperfecciones naturales a medida que las vamos detectando conscientemente.
Otro aspecto interesante a tener en cuenta está relacionado con la creencia de que los Espíritus tienen días, horas y lugares preferidos para manifestarse. Eso no es así como muy bien se indica en el texto. Los Espíritus no tienen problema ni con el tiempo ni con el lugar donde pueden acudir. Es mucho más relevante para nosotros, ya que hay que escoger el momento del día que mejor nos vaya para esas tareas (y no vayamos a creernos que las altas horas de la madrugada son las más propicias) y el lugar más idóneo, que nunca deberá ser un lugar escabroso, tétrico, oscuro o solitario; el lugar adecuado para entablar contacto con los Espíritus desencarnados es el mismo o muy parecido al que utilizamos en el mundo físico para recibir a Espíritus encarnados.
O sea que ha de primar la normalidad en todo momento; debería ser un lugar limpio, bien iluminado, sencillamente decorado (sin estridencias), tan confortable como fuera posible, lo más aislado que se pueda de los ruidos exteriores, donde se pueda trabajar (estudio, lectura, ejercicio mediúmnico correctamente planteado y dirigido…), compartir e interactuar amablemente (y desde la experiencia) con los Espíritus.
Y terminamos este artículo con el lúcido apartado final de este capítulo en el que Kardec nos ofrece un conciso resumen del contenido de este excelente texto de estudio:
“De las explicaciones que anteceden resulta que existen Espíritus que se apegan a ciertos lugares y prefieren quedarse allí, aunque no tengan necesidad de manifestar su presencia por medio de efectos sensibles. Cualquier lugar puede servir de morada obligatoria o predilecta de un Espíritu, incluso si es malo, sin que por ello deba producir alguna manifestación. Los Espíritus que se apegan a lugares o a cosas materiales nunca son Espíritus superiores, lo que no significa que sean malos o que alimenten alguna mala intención. Algunas veces, incluso, son huéspedes más útiles que perjudiciales, ya que pueden proteger a las personas por las que se interesan.” (132.14).