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El Libro de los Médiums

¿Cómo mueven objetos los Espíritus?

Teoría de las manifestaciones físicas - El Libro de los Médiums, segunda parte, cap. IV

 

David Santamaría


Este es un tema que presenta algunos aspectos complejos. Veamos el planteamiento inicial de Kardec (todos los resaltados, de este y del resto de textos comentados, son nuestros):


Desde el momento en que se conoció la naturaleza de los Espíritus, su forma humana, las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que este puede ejercer sobre la materia, y desde que en casos de aparición se han visto manos fluídicas e incluso tangibles que tomaban objetos y los trasladaban, se creyó, como era natural, que el Espíritu se servía muy simplemente de sus propias manos para hacer que la mesa girara, y de la fuerza de sus brazos para que ella se levantara en el aire. No obstante, en ese caso, ¿para qué se necesitaba un médium? ¿No podía el Espíritu actuar por sí mismo? (ítem 73)


Dejando al margen algunas de las afirmaciones vertidas en este párrafo (realmente no sabemos cuál sea la naturaleza concreta de los espíritus, y siempre nos sorprende la afirmación de esa presunta semimaterialidad del periespíritu), es totalmente comprensible el razonamiento de Kardec al haber constatado la presencia de esas manos tangibles moviendo cosas y, también, la aportación de médiums videntes percibiendo a espíritus en la actitud de estar supuestamente desplazando con su cuerpo espiritual algunos objetos físicos.


¿De qué modo puede un Espíritu operar el movimiento de un cuerpo sólido?

“Combina una parte del fluido universal con el fluido que se desprende del médium apropiado para producir ese efecto.” (ítem 74.8)



¿Qué son esos dos fluidos?


El fluido universal, vemos en este capítulo y en capítulos siguientes, es el elemento universal, el principio elemental de todas las cosas, el elemento básico de toda la materia, la materia cósmica universal, la materia elemental única…

Así pues, hemos de considerar al fluido universal como la materia en su más simple expresión.

En cuanto al fluido que se desprende del médium habría que considerar que deben ser algunos componentes de su propio periespíritu.


Continuemos con el proceso de este fenómeno de mover objetos.


Si comprendimos bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal. El Espíritu extrae de ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de ese fluido actúa sobre la materia inerte. ¿Es así?

“Así es. Es decir que el Espíritu anima a la materia con una especie de vida artificial. La materia es animada con vida animal. La mesa que se mueve bajo vuestras manos vive como el animal; obedece por sí misma al ser inteligente. El Espíritu no la impulsa como hace el hombre con un fardo. Cuando la mesa se eleva, el Espíritu no la levanta con la fuerza de sus brazos, sino que la mesa misma, animada, obedece al impulso que el Espíritu le confiere.” (ítem 74.13)


Es este un apartado a considerar con cuidado, pues se vierten algunos conceptos que pueden ser dificultosos:

  1. Se afirma que el principio vital reside en el fluido universal. O sea, es una modificación de esa materia elemental. Hay que resaltar que el principio vital es «la fuerza motriz de los cuerpos orgánicos». Posteriormente se comprenderá mejor la conveniencia de este apartado.

  2. Por medio de ese fluido universal el espíritu actúa en la materia; sin embargo, además de utilizar esa materia elemental (que está en todas partes) también, probablemente, debe aportar recursos energéticos (periespirituales) propios. Volveremos a ello un poco más adelante.

  3. ¿El espíritu puede animar a la materia con vida artificial? Pensamos que no es eso lo que quieren transmitirnos Kardec y sus colaboradores desencarnados, sino que, de alguna manera se la dota momentáneamente de un elemento (¿el principio vital del médium y/o el que se obtiene de una transformación del fluido espiritual, tal vez?) que facilita el dominio mental del espíritu sobre esa realidad material, sea una mesa, una silla o una cestita.

  4. Realmente la mesa no obedece por sí misma al ser inteligente, o sea al espíritu. Es el espíritu quien decide el movimiento que quiere imprimir al objeto, sin que este pueda favorecerlo o impedirlo.


Veamos ahora para qué se necesita la presencia de un médium de efectos físicos para conseguir que se pueda mover la mesa o cualquier otro objeto:



¿Cuál es el papel del médium en ese fenómeno?

“Ya he dicho que el fluido propio del médium se combina con el fluido universal que acumula el Espíritu. Se requiere la unión de esos dos fluidos, es decir, del fluido animalizado y del fluido universal, para dar vida a la mesa. No obstante, notad bien que esa vida es sólo momentánea: se extingue con la acción, y a menudo antes de que esta haya concluido, tan pronto como la cantidad de fluido deja de ser suficiente para animarla.” (ítem 74.14)


En este párrafo conviene resaltar que:

  1. Ese fluido propio del médium ha de ser, claramente proveniente de su periespíritu, de esa realidad energética que envuelve al alma y le permite interactuar sobre la materia densa.

  2. No debemos confundirnos ante la expresión fluido animalizado. No es que esa energía aportada por el médium adquiera propiedades orgánicas, sino que, posiblemente por la presencia del principio vital como motor orgánico, presenta unas características especiales y diferentes a las de la estructura periespiritual de los espíritus desencarnados.

  3. También es lógico el comentario final de este párrafo: el fenómeno terminará cuando se haya consumido esa aportación energética, esa mezcla de los fluidos; O sea, no es un recurso permanente, sino que se gasta, se agota.


Veamos un completo resumen de todo lo expuesto:


Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad. Resalta de ellas, como punto esencial, que el fluido universal, donde reside el principio de la vida, es el agente principal de las manifestaciones, y que ese agente recibe el impulso del Espíritu, ya se halle encarnado o errante. Ese fluido condensado constituye el periespíritu, o envoltura semimaterial del Espíritu. En el estado de encarnación, el periespíritu está unido a la materia del cuerpo; en el de erraticidad, está libre. Cuando el Espíritu se encuentra encarnado, la sustancia del periespíritu está más o menos ligada, más o menos adherida, si así podemos decirlo. En algunas personas, como consecuencia de sus organizaciones, hay una especie de emanación de ese fluido, y eso es, hablando con propiedad, lo que constituye los médiums de influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos abundante, y más o menos fácil su combinación, de donde resultan médiums con mayor o menor poder. Esa emisión no es permanente, lo que explica la intermitencia del poder mediúmnico. (ítem 75)


La explicación es clara, solamente es necesario “traducir” algunos de los conceptos como el de fluido animalizado, por ejemplo.


Veamos gráficamente como acaba actuando el espíritu sobre el objeto para moverlo:



Es decir, el espíritu aporta la cantidad necesaria de fluido universal; tampoco sería nada extraordinario que también añadiera algún componente de su propio fluido periespiritual. El médium contribuye con su “emanación” periespiritual (el fluido animalizado que menciona Kardec). Esa mezcla impregna el objeto. Entonces el Espíritu puede establecer un contacto fluídico entre él y el objeto y moverlo solamente por el influjo de su voluntad; por ello indicábamos que algún elemento de su propio periespíritu pueda estar también presente en esa combinación de fluidos, para facilitar esa conexión y acción a distancia.


Un ejemplo material tal vez pueda ayudarnos a entenderlo mejor, aunque ya sabemos que los ejemplos nunca son exactos. Los electroimanes son imanes no naturales: a una masa de hierro se le arrollan diversas capas de cable eléctrico, luego, al pasar corriente eléctrica el bloque metálico se transforma en un poderoso imán capaz de levantar pesos metálicos pesados. En este ejemplo, el papel del espíritu lo representaría el operario que mueve el objeto a distancia; el fluido del médium sería la corriente eléctrica aportada, la masa metálica representaría el acumulado de fluido universal y, finalmente, la conexión espíritu-objeto sería el mecanismo que acciona el operario para mover la máquina que a su vez mueve el objeto “atrapado” por el electroimán.


Veamos finalmente dos cuestiones adicionales que también tienen mucho interés.



¿Puede el Espíritu actuar sin el concurso de un médium?


“Puede actuar sin que el médium lo sepa. Esto significa que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus, para la producción de ciertos fenómenos, sin que lo sospechen. El Espíritu extrae de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita. A eso se debe que el concurso de un médium, tal como vosotros lo entendéis, no siempre sea necesario, lo que ocurre sobre todo en los fenómenos espontáneos.” (ítem 74.15)


Así, pues, ello significa que esa combinación entre los dos tipos de fluido, entre esas dos realidades diferentes de materia, será siempre imprescindible para la producción del fenómeno. Probablemente tampoco podamos descartar que algún espíritu que intenta desplazar un objeto esté atrayendo, de forma inconsciente, esa emanación periespiritual de algún médium que pueda estar en su cercanía, sin sospechar nada ninguno de los dos. En esta última situación, es posible que el espíritu pueda tener la ilusión de que es él por sí mismo, sin ayuda de nadie, quien está moviendo ese objeto. ¿Podría pasar eso mismo en sentido inverso? Es decir, un médium ¿podría atraer inconscientemente esos recursos de un espíritu desencarnado para realizar ese movimiento creyendo, entonces, que es él solo quien lo realiza? No lo descartaría totalmente, aunque no conozco literatura a ese respecto.


Dices que el Espíritu no se sirve de sus manos para mover la mesa. Sin embargo, en ciertas manifestaciones visuales se han visto aparecer manos que recorrían el teclado de un piano, oprimían las teclas y producían sonidos. El movimiento de las teclas, en ese caso, ¿no se debe, como parece, a la presión de los dedos? Esa presión, ¿no es tan directa y real como la que sentimos en nosotros mismos cuando las manos que la ejercen dejan marcas en la piel?

(…) Pues bien, cuando el Espíritu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente, y hasta los mueve. Con todo, no ejerce una presión por medio de una fuerza muscular, sino que anima las teclas, de la misma manera que lo hace con la mesa, y entonces las teclas, que obedecen a su voluntad, se mueven y hacen vibrar las cuerdas. (Ítem 74.24)


La respuesta de los espíritus es totalmente congruente con todo lo expuesto en esta teoría del movimiento de objetos. No obstante, en este caso concreto, tampoco estaría fuera de lugar pensar que podría darse una materialización de esas manos fluídicas y, entonces, sí que podría ser que tocaran directamente sobre las teclas del piano. Evidentemente, con esta apreciación no se puede obviar la imprescindible aportación de un médium de efectos físicos.

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